Granada de noche y primavera.
Con o sin cuaderno uno pinta. En el instante o al instante o muchos instantes
después de los instantes.
© Macarena Márquez Jurado – www.macuarela.com
No sabría qué decir sobre
pintar en Granada, o sobre Granada. Cualquier rincón, calle o plaza recreado
supone una especie de profanación. En el caso granadino lo mejor es la
realidad, que en su caso no está compuesta sólo de espacios y luces, sino
también de tiempos. De olores, sabores, texturas y sonidos que se pueden coger.
Por ello, al pintar en Granada con nuestras acuarelas, podremos reflejar la exclusiva realidad. O un
instante. Si optamos por la primera opción, será difícil igualar, y mucho más
arduo aportar algo sin estropear. Si por el contrario intentamos pintar un
instante, nos habremos salido de sus calles y sus cuestas, de sus jardines. Y
quizá nos reencontremos con algo que nos dejó cuando ya no estábamos allí.
Granada - Plaza de San Miguel Bajo Soñé que pintaba. Macarena Márquez. Acuarela sobre Fabriano. |
En cualquiera de los casos, es
una tarea diferente. No es lo mismo pintar un paisaje, la naturaleza en estado
puro, que la naturaleza doblegada de las ciudades. Tendré detractores por decir
esto, pero siempre prefiero el último caso. En este concreto de Granada, la
ciudad supera y trasciende la naturaleza. E incluso la encierra y la enfoca
entre muros de adobe y adarves.
La primera vez que fui con la intención de plasmar algo, lo hice una pequeña libreta en donde esbozaba pequeños deslumbramientos que tenía cada vez que doblaba una calle o me adentraba por un jardín, en el instante en que me paraba en la puerta de un carmen a escuchar la algarabía de agua, pájaros y chasquidos de cosas. Al final, escribía más que pintaba, pensando que cuando llegara al estudio sería capaz de extraer algo de todo aquello que poco a poco me iba superando desde todos los puntos del espacio y dimensiones científicas y por descubrir. Me iba quedando atrás. Y esbozaba o lo intentaba en mi pequeño Sketch Book. No es lo mismo pintar a partir de una foto que pintar in situ.
El movimiento Urban Sketcher tiene un sentido que a mí me gusta y me parece original. Y es que, el tiempo es otro. Uno se detiene y trasciende lo que pinta, entra en esa dimensión retomada en la actualidad como contrapartida a la velocidad de nuestras horas, que se denomina “movimiento slow”. Frente a la fast food o comida rápida, la slow food o comida lenta. Hay muchos restaurantes con el sello Slow food. Este movimiento se inició en Italia a fines de los ochenta unido al de Cittá Slow. Y lo mismo sucedió con el turismo lento. La escritora de viajes Nicky Gardner decía que la velocidad destruye la conexión con el paisaje. Y tenía razón. Hay un turismo que está concebido como turismo de supermercado, de grandes superficies. Se consumen ciudades y “sitios que ver” como se consumen horas de televisión. No hablo de la buena televisión.
Ese concepto casi filosófico del viaje o turismo lento -que me encanta-, en Granada es algo que tiene lugar sin querer. El Paseo de los Tristes no es para seres estresados ni para apagar fuegos. En cuanto a los vericuetos de boj de La Alhambra no están hechos para correr. En el Albaicín, lo mejor es subir lentamente, y bajar aún más lento, haciendo una parada en la Placeta de San Miguel Bajo siempre que se pueda. Por la tarde. Sin prisa. Si tenemos la suerte de poder sentarnos, mejor.
Allí se encuentra la iglesia
de San Miguel Bajo, de estilo mudéjar, que se asienta sobre los restos de una
antigua mezquita árabe de la que queda el aljibe, y cuya fachada es un
compendio de sencillez artística. De noche, sus muros encalados parecen tener
luz. Uno se sienta por allí y espera a tener sueño. Y si el sueño no llega,
sencillamente espera y después se va escuchando los susurros y pisadas de los
últimos en recogerse, que en Granada siempre son bastantes, y bastantes más que
los primeros.
Plaza de San Miguel Bajo - Granada Junio de 2018 Macarena Márquez - www.macuarela.com |
En cualquiera de los casos, es
una tarea diferente. No es lo mismo pintar un paisaje, la naturaleza en estado
puro, que la naturaleza doblegada de las ciudades. Tendré detractores por decir
esto, pero siempre prefiero el último caso. En este concreto de Granada, la
ciudad supera y trasciende la naturaleza. E incluso la encierra y la enfoca
entre muros de adobe y adarves.
Siguiendo con el turismo lento, y dentro de esa línea de lentitud a la que me refería, habría que hablar también de pintura y bocetos lentos. Es conocido por cualquier artista que podemos pintar a partir de los trillones de fotos que sacamos cuando vamos deviaje. Podemos recrear en lienzos o cuadernos de forma compulsiva. Esa forma de pintar también describe el pálpito de un artista: el borbotón. Cualquiera de las artes tiene instantes que son veloces y muy intensos. Con todo, también hay momentos y lugares que te paran, en los que la voz del tiempo reclama tu atención para que observes, para que contemples, racionalices, y después te abandones.
Granada es una ciudad que está hecha de instantes veloces muy
intensos en lo que a arte y expresión artística se refiere. Son instantes de
captación que conllevan grandes frenadas, instantes en los que no se puede
hacer otra cosa que parar. En el caso de los Urban Sketcher, aprendices o
artistas avezados, no quedará otra salida que la de reducir la belleza a
líneas, sintetizando todas las longitudes de onda de los colores en dos o tres.
La sensación en un lugar como Granada es la de que tenemos
que comprimir los instantes, la belleza, con gran humildad. Como en las buenas partituras, en
donde notas y tiempos son colocados de forma perfecta hasta reflejar algo. Y
eso como mucho. La mayoría de las veces, ante bellezas grandes, el artista, o
da un salto al vacío y rompe con la realidad, o estropea. Creo que la mejor
forma de reflejar Granada sería en clave cubista, en clave Fauve, abstracta.
Pero nunca realista.
Aquí os dejo este instante recreado. Es un boceto más literario que plástico. No pude pintar in situ porque todo resultaba un verdadero estropeo. Era de noche y había una luz granadina de junio. Esbocé. Después soñé que pintaba eso que vi. Y volví a esbozar. Es lo que veis.
No se trata exactamente de un urban sketch. Estuve allí, sí. Y
esbocé allí en mi cuaderno de bocetos. Y rompí después. Lo que veis es que soñé que pintaba. Se trata de una
recreación pintada de noche sobre una noche concreta, con toda la redundancia
de la frase. Ahí dejé mi caballete dentro del esbozo. Y ahí sigo en un instante
de junio, tan lento que quedó parado entre mis instantes robados ¿O arrobados?
Para suerte mía, el instante
se coló. Y se quedó.
Material empleado:
Cuaderno de bocetos: Fabriano
Acuarelas en pastilla: Caja de 12
unidades
Pinceles:
- Redondos del 2, 4, 6
Lápiz: Portaminas 2HB
Goma de borrar de miga
de pan
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Macarena Márquez Jurado Wikipedia
Libros de la autora:
Treinta y siete minutos en el atasco - Novela
Bárbara de Braganza - Biografía Histórica
Las palabras que envuelven el boceto son su mejor marco.
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Pintura y literatura, siempre entre dos aguas. Saludos.
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